sábado, 25 de enero de 2014

CINCUENTA AÑOS DE BENDICIONES

Han sido cincuenta años llenos de pasión y de vida, llenos de Dios. El 26 de enero de 1964 me ordenó al cardenal Pla y Deniel, en su capilla privada. Fue el último regalo que me hizo este hombre de Dios, a quien quise como a un padre. Y fue también la última ordenación sacerdotal que presidió, debido a sus muchos años. Cuando pienso en aquel día, me embargan tres sentimientos muy hondos. El primero, de gratitud a Dios por tantas cosas como me ha dado: Pertenecer a una familia numerosa, la fe, servirle como sacerdote en su Iglesia y haber compartido mi vida, al servicio del Pueblo de Dios, con imfinidad de personas sencillamente entrañables y santas. Conozco bien a la Iglesia y, a pesar de lo que digan los medios de comunicación, es el grupo humano más bondadoso, más sano, más honrado y solidario que he conocido en mi largo recorrido vital. El segundo sentimiento, de humildad y de confianza en Dios, porque no le he sabido corresponder. Es verdad que he trabajado duro en su Viña, pero reconozco que no he estado a la altura de su gracia. A pesar de todo, me quedan el arrepentimiento y la certeza de su amor. Me pregunto si determinados comportamientos míos han sido los de un hombre libre o más bien los de una persona rebelde; si el trabajo realizado ha sido por el Reino o por satisfacer mi orgullo; si mi incapacidad para adular a nadie ha sido respeto al otro o simple orgullo... En todo caso, me sé amado por Dios Padre y perdonado por Jesucristo. Y el tercer sentimiento es de esperanza. Como dice san Pablo, dejando lo que queda atrás, me lanzo hacia lo que está por delante. Sé que camino a pasos rápidos hacia la casa del Padre, y espero que me dé tiempo para completar un estudio que tengo entre manos sobre "La cosecha del Espíritu", sobre los frutos con que el Espíritu Santo va adornando nuestra vida. Pretendo terminarlo antes de volver a mis raíces, a mi tierra de Toledo. Allí comencé mi servicio al Pueblo de Dios como capellan de las monjas Benedictinas, profesor del Seminario Mayor y consiliario del Movimiento Familiar Cristiano. Siguiendo la consigna del Vaticano II, siemnpre he sabido que la Iglesia es universal y estaba también en Cádiz, donde trabajé siete años en una parroquia y fui proifesor de Filosofía en el Seminario Mayor y en la Escuela Universitaria de Magisterio; en Sevilla, donde estuve doce como Rector del Seminario de Cádiz y Ceuta y como profesor de Teología y Jefe de Estudios en CET (Palacio de San Telmo); y en Málaga, donde por fin he llegado a párroco, en Guadalmar, a los sesenta y cinco años. Es verdad que he seguido ejerciendo con pasión el periodismo y enseñando Teología en el Seminario, en el Instituto Superior de Ciencias Religiosas y en la Universidad. Lo más interesante ha sido mi servicio como párroco. Ahora sólo me queda esperar que el Espíritu me lleve cuando quiera a mi tierra de Toledo y, desde allí, hasta los brazos del Padre¡Todo por pura gracia de Dios!

domingo, 19 de enero de 2014

EL MESIAS SIERVO

Hemos comenzado el año con un anuncio y una llamada impresionantes: Éste es mi Hijo muy amado,escuchadle. La Palabra de Dios de este domingo, 19 de enero, da un paso más a la hora de invitarnos a escuchar a Jesús. Él se presenta como el Mesías Siervo. No es el Mesías poderoso que esperaban las capas populares, sino el Mesías que ha venido a amarnos y a servirnos desde la debilidad, convirtiéndose en el servidor de la mesa, en el que se inclina ante un leproso para acariciarle, en el que comparte mantel con los pecadores y en el que nos lava los pies. Pienso que el Papa Francisco, bajándose del pedestal y acercándose a las personas en las que ve reflejada la soledad o la marginación, nos está acercando a Jesús Siervo. Es cierto que pierde mucho del "misterio" que envuelve a la persona inalcanzable, que nos bendice desde un excelso pedestal y resulta inasequible para los más pobres. Pero de esta manera, con sus gestos tan llenos de frescor y de humanidad, nos acerca al Hijo de Dios, que se despojó de su rango y nació en una cueva de animales. Lejos de suponer una banalización de Dios, su cercanía nos lleva a la profundidad del Misterio del Dios, que nos ha creado y se ha hecho uno de nosotros. Pues como dice la oración colecta del domingo 26 del tiempo ordinario, Dios manifiesta su poder en que nos ama, nos poerdona y se deja matar por nosotros. Esa es la omnipotencia del Amor divimo, que se nos ha regalado en Jesucristo. Los que tenemos la dicha inmerecida de haber sido llamados y elegidos para servir al Pueblo de Dios como sacerdotes (Obispos, presbíteros y diáconos) tenemos que aprender a representar a Jesucristo Cabeza y Pastor de la Iglesia en su condición de Siervo y en su forma de servir. No perdemos la verdadera "autoridad" (aquella que la gente descubría y admiraba en Jesús) por el hecho de vivir en medio del pueblo, sino que la perdemos cuando nos subimos al pedestal de los títulos, del dominio y del orgullo. ¡Del orgullo clerical!

lunes, 6 de enero de 2014

DESCUBRIR A JESUCRISTO EN LA VIDA

Los Magos de Oriente encontraron a Jesús en la forma de un niño desvalido, y vieron en Él al Enviado de Dios. Se les había insinuado su llegada en medio de su trabajo, mientras observaban el curso de los astros. Y también cada uno de nosotros le podemos descubrir en nuestro trabajo de cada día. Porque el Señor nos sale al encuentro en los acontecimientos de la vida, grandes y pequeños. Para descubrir su presencia, necesitamos proceder con estas cuatro condiciones. La primera, permanecer siempre abiertos a la posibilidad del Misterio, a la dimensión transcendente de la existencia y de la vida. Porque no todo cuanto existe cabe en esta tierra; ni siquiera en la inmensidad del universo. Dios está presente entre nosotros, pero también está más allá de lo que se ve y se toca. Por eso decimos que transciende el mundo visible, que es transcendente. La segunda, buscar la Verdad con sinceridad de corazón, porque sólo los limpios de corazón pueden ver a Dios, como decimos en las Bienaventuranzas. Herodes disponía de más información que los Magos, pero él no "vio" al Enviado del Señor, no le reconoció porque era una persona retorcida, llena de falsedad. La tercera condición, fomentar en lo más hondo del alma esos anhelos de Bondad y de Belleza que nos permiten permanecer siempre en actitu de espera. Y dejar que nuestro corazón acompañe siempre a nuestra búsqueda intelectual Finalmente, amar. Todo el que ama de verdad y trata de desarrollar cada día su amor a la vida y a los demás, termina encontrándose con Dios. Quizá de una manera oscura, al menos al principio, pero un día cualquiera, mientras se acerca al otro, descubrirá en él a Dios, porque Dios es amor.