viernes, 21 de junio de 2013

¿TU CONCIENCIA ESTÁ TRANQUILA?

Con alguna frecuencia, se oye decir a personas de la vida pública que tienen la concia muy tranquila ante los delitos de los que se los acusa. Con todos mis respetos hacia la conciencia ajena, a la vista de los hechos sobre los que se habla, me pregunto qué entienden por conciecia y en qué se basa su tranquilidad. Es claro que la conciencia personal es el santuario último en el que se decide la bondad o la maldad de un acto, y así lo ha reconocido siempre la enseñanza de la Iglesia. Pero, con el añadido de que la conciencia necesita ser formada: tiene que ser iluminada e ilustrada por aquellos valores que ayudan a la persona a realizarse como tal y a vivir en comunión con los otros. Cuando se deja llevar por el egoísmo, el hedonismo o el utilitarismo, la conciencia carece de legitimidad para guiar a la persona por el camino correcto.
Por eso, para vivir con honradez, no basta con decir que "mi conciencia está tranquila", sino que hay que preguntarse si mi conciencia está formada. Aunque los cristianos nos basamos en las Bienaventuranzas, no podemos exigir a los demás que nos sigan por el sendero evangélico. Pero hay un conjunto de valores en el que podemos y debemos coincidir con los demás: Los derechos humanos. Si nos encontramos con alguien que lucha por los derechos humanos y que se deja guiar por ellos, podemos compartir ese camino juntos. Sólo entonces, cuando tomamos como base mínima del derechos humanos, podemos trabajar con los que dicen que su conciencia está tranquila.
Dicho con palabras más sencillas y fáciles de entender: todo el que trabaje por los derechos humanos, por el progreso de la justicia y de la libertad, es un buen compañero de camino. Pero hay que sospechar de los tramposos, los que se llevan el dinero ajeno, los que anteponen la ideología al servicio a los demás, aunque digan que tienen la conciencia muy tranquila.

miércoles, 12 de junio de 2013

PAPA FRANCISCO, MÁS QUE GESTOS

Lo que más impacta y llega al Pueblo de Dios, y a los no cristianos que le observan, son los gestos del Papa Francisco: Vestimenta más sencilla, vivir en la residencia de Santa Marta en lugar de hacerlo en el palacio apostólico, usar en su predicación el lenguaje del pueblo, detenerse a charlar con un guardia suizo... Pero estos gestos son únicamente la parte visible de las actitudes de fondo que los respaldan y les dan sentido. No olvidemos que cuando llegó a la silla de Pedro se encontró con un informe que había preparado, por encargo de Benedicto XVI, una muy reducida comisión de Cardenales, y que sólo conocían ellos y el Papa emérito. También se han celebrado encuentros confidenciales entre el Papa actual y su antecesor. Es posible que, a la luz de ello y de la personalidad humana y espiritual del Papa Francisco, se puedan ir delineando ya algunas tendencias de su pontificado.
En primer lugar, continuar con la tolerancia cero para la pederastia y para la falta de transparencia del banco vaticano. En segundo lugar, la prioridad de los planteamientos pastorales sobre los jurídicos, tanto en lo que se refiere al lenguaje de la predicación diaria como en las recomendaciones a los obispos. En tercer lugar, la insistencia en que los cargos, en la Iglesia, deben ser un servicio humilde, y en la crítica al arribismo dentro de la jerarquía de la Iglesia. En cuarto lugar, una opción decidida por los pobres y por una Iglesia pobre con los pobres, insistiendo en la lucha contra la pobreza por parte de las comunidades cristianas. En quinto lugar, una búsquede decidida de la colegialidad, al elegir una especie de senado cardenalicio más universal que la Curia, para que le asesore y le ayude en el gobierno de la Iglesia. En sexto lugar, permenecer activo pastoralmente en medio del Pueblo de Dios, basando toda su atoridad moral en la cercanía a Dios y a los hombres, en lugar de "impresionar" por la distancia y la inaccesibilidad... Son algunas constantes que ya se vislumbran en su modo de servir al Pueblo de Dios.
En el fondo, se trata de una estilo basado en la fuerza de las Bienaventuranzas constantemente predicadas y vividas. Y tal vez el gesto más visible de esta actitud de fondo consista en celebrar diariamente la santa misa con una porción del Pueblo de Dios y en comentar día a día, con un lenguaje tan llano como profundo, lo que nos dice el evangelio que se proclama.