martes, 24 de diciembre de 2013

SE DESPOJÓ DE SU RANGO

Al presentarse pequeño y desvalido, en la persona de un niño, el Hijo de Dios se ha despojado de su rango, como dice la carta a los cristianos de Filipos. Ha bajado de la eternidad al tiempo; de Santidad divina, al barro humano; de la Gloria de Dios, a la miseria del hombre. ¡Esa es la mayor grandeza de Dios: ser Dios y acercarse a cada uno de sus hijos en la debilidad y en la pobreza. Es así como el Niño de Belén nos muestra quién es nuestro Padre Dios. Porque no es el ser lejano e impersonal que pensaron los filófofos; tampoco, el Dios terrible que se ocultaba entre truenos y relámpagos en el Sinaí y al qué únicamente se podía acercar Moisés; ni el Dios justiciero que anunció san Juan Bautista, cuando Jesús estaba ya entre nosotros. El Dios que encarna Jesucristo es el Dios Amor; que se manifiesta a todos los que le buscan con un corazón limpio; el Dios de buenos y de malos, que no hace asco a los pecadores como tú y como yo; el Dios que se hace hombre para levantar al hombre a la dignidad de Hijo de Dios; el Dios que jamás nos olvida, aunque nosotros nos hayamos alejado de casa y hayamos malgastado los dones con los que nos enriqueció de manera gratuita. Por eso deja tan buen sabor de boca esa actitud del Papa Francisco, al bajarse del pedestal en que le habíamos situado entre todos. Por supuesto que su personalidad y su misión han perdido el halo de misterio con el que le habíamos rodeado. Pero eso es bueno, es como romper el envoltorio de celofán para disfrutar del regalo. Su palabra resulta más fresca y más auténtica, porque refleja mejor al que "se despojó de su rango y se hizo uno de tantos", al Jesús del Evangelio. Si Dios se despojó de su rango para venir a nuestro encuentro, ahora tenemos que preguntarnos cada uno de los que hemos encontrado en Él nuestra plenitud y alegría, de qué tenemos que despojarnos para no oscurecer el rostro humano de Dios y poder ofrecérsolo a nuestro mundo de hoy.

jueves, 19 de diciembre de 2013

UN PESEBRE EN CADA CORAZÓN

Nos dice el evangelista Lucas que María "envolvió (al niño) en pañales y lo recostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en la posada". Os propongo preparar un pesebre en el corazón para acoger al Hijo de Dios, que se abajó hasta meterse en nuestro barro. Aunque tengamos defectos y no seamos santos, podemos preparar un pesebre en el que se encuentre a gusto Jesús. Para ello, hay que quitar los obstáculos, y el mejor medio para ello consiste en realizar una confesión sincera. Porque Dios viene a buscarnos y no hace ascos de quienes somos pecadores, siempre que lo reconozcamos y le pidamos perdón. Después, es necesario intensificar nuestro deseo de Dios. Se puede buscar un tiempo de silencio y repasar los beneficios que nos concede cada día. Entre ellos, el menos tenido en cuenta, que es su amor tierno de Padre, con el que nos acompaña en nuestras alegrías y en nuestras penas; en nuestros esfuerzos y en nuestras luchas por un mundo más humano. Y en tercer lugar, plantearnos nuestra lucha diaria por el hombre. Quizá es poco lo que podemos hacer, pero hay que hacer ese poco que está a nuestro alcance. Jesús dijo que el Reino de Dios se parace a un grano de mostaza. Y cada uno tenemos que sembrar ese minúsculo grano,que, fecundado por el Espíritu de Dios, crea futuro. Porque no podemos repetir que, cuando Él venga, "librará al pobre que clamaba, al afligido que no tenía protector, y salvará la vida los pobres", y seguir cruzados de brazos ante tanto sufrimiento como hay en nuestro mundo, a nuestro lado. Por supuesto que su gracia está trabajando ya en el corazón de cada uno, y cuando emprendemos algo, es porque Dios se nos ha anticipado y ha movido nuestro corazón. Sería muy triste que se dijera hoy de nosotros aquello de que "vino a su casa y los suyos no le recibieron, porque amaban más las tinieblas que la Luz". Espero que cada uno estemos entre aquellos que le recibieron y descubrieron en Él la Luz que ilumina nuestra tierra.

miércoles, 11 de diciembre de 2013

UN SIGNO DE ESPERANZA

A lo lardo del Adviento, trato de buscar signos de esperanza en nuestro mundo, y la verdad es que son muchos los que descubro alrededor. Pero seguramente el mayor signo de esperanza para nosotros, los católicos, y también para numerosos personas que ni siquiera son religiosas, es la persona del papa Francisco. Cuando digo "la persona" me refiero también a sus palabras de cada día, a su estilo de vida y a su compromiso luminoso. Hay quien habla de sus gestos, pero personalmente no considero "gestos" los hechos que más llaman la atención por insólitos. No son "gestos" que realiza, sino su manera de ser y de vivir, en coherencia con el Evangelio que proclama. El Papa no realiza gestos, como si pretendiera llamar la atención; secillamente actúa en público y en privado como es y como vive, un creyente seducido por Jesucristo, consciente de que representa a Jesucristo porque, como decía san Pablo, sabe que es Jesucristo el que vive en él, y reconoce que "su vivir es Cristo". Muchos esperan que provoque un cambio profundo en la Iglesia, tanto en la forma de ejercer el papado, como en todos los demás niveles del Pueblo de Dios. Por supuesto que lo pretende, pues sabe que la Iglesia necesita convertirse y renovarse cada día, pero si queremos de verdad que cambie la Iglesia, tenemos que implicarnos cada uno y empezar por cambiar para bien nosotros mismos. No podemos limitarnos a ser testigos y espectadores, pues Iglesia somos todos y el cambio depende de todos y de uno. Por supuesto que "todo es gracia" y procede de Dios, pero también Dios mismo necesita que colaboremos con su gracia. Por eso es necesario que cada uno nos preguntemos en este tiempo de Adviento qué podemos hacer para que ese signo de esperanza que es el Papa Francisco no se quede en una estrella fugaz.

jueves, 28 de noviembre de 2013

ABRID LAS PUERTAS A DIOS

El tiempo de Adviento, que comienza el próximo sábado, día 30, por la tarde, invita a los cristianos a abrir las puertas Dios. Lejos de ser un rival o enemigo del hombre, Dios es fuente inagotable de plenitud humana, con todo lo que esta plenitud tiene de paz y de alegría. De ahí el título de esta breve reflexión: Abrid las puertas a Dios. Para hacerlo -son palabras del Papa Francisco en su reciente Exhortación Apostólica, que lleva por título "La alegría del Evangelio-, "quizá la invitación más contagiosa sea la del profeta Sofonías, quien nos muestra al mismo Dios como un centro luminoso de fiesta y de alegría, que quiere comunicar a su pueblo ese gozo salvífico. Me llena de vida releer este texto: 'Tu Dios está en medio de ti, poderoso salvador. Él exulta de gozo por ti, te renueva con su amor, y baila por ti con gritos de júbilo'. Es la alegría que se vive en medio de las pequeñas cosas de la vida cotidiana, como respuesta a la afectuosa invitación de nuestro Padre Dios: 'Hijo, en la medida de tus posibilidades, trátate bien... No te prives de pasar un buen día' ¡Cuánta ternura paterna se intuye detrás de estas palabras". Y es que en la medida en que nos abrimos a Dios, nos abrimos a la misericordia, al amor, a la compasión, a todo lo que nos hace más humanos y más grandes. Abrirse a Dios es abrirse al Misterio que da sentido a nuestra vida; es abrirse al que sufre y al que está solo; es abrirse a la alegría de cuantos viven alegres; es abrirse a la lucha por el hombre; es abrirse a la dimensión más honda de la existencia humana. Además de leer estas torpes palabras y de reflexionar sobre su contenido, te animo a que hagas la prueba, sólo por un mes, de abrirte a Dios. ¿Cómo? Leyendo el Evangelio cada día y dejándote impregnar por la Persona, las palabras y los hechos de Jesús de Nazaret, que es el rostro humano de Dios.

domingo, 17 de noviembre de 2013

NO TENGÁIS MIEDO

A medida que se aproxima el final del año litúrgico, las lecturas de la misa, de modo particular las del domingo XXXIII, nos hablan del fin del mundo. Me voy a limitar a una breve reflexión sobre las palabras de Jesús. Tras decir que habrá catásttrofes, guerras, y persecuciones intenta infundirnos una actitud de serenidad y de esperanza. No tengáis pánico, nos sigue diciendo hoy. Pienso que es una actitud muy necesaria siempre, especialmente hoy, en medio de la profunda crisis económica, religiosa y de valoresque en la que estamos inmersos. En las reuniones de sacerdotes y de consejos pastorales, me parece advertir algo así como una actitud de pesimismo y de resignación. También cuando analizo, con equipo de catequistas, la perseverancia de los niños y adolescentes que han hecho ya la primera comunión o se han confirmado. Y en el equipo de matrimonios, cuando abordamos temas como el aborto o el divorcio. Por supuesto que constato la dificultad de la tarea evangelizadora y el desgaste de las personas más comprometidas. Tampoco yo tengo respuesta a las preguntas que me hacen y me preocupa seriamente la aparente o real ineficacia de esfuerzos generosos y de trabajo bien programado y meticuloso. Decir que rezamos poco creo que es injusto, porque somos muchos los que dedicamos tiempo y buena voluntad a escuchar al Señor y a dejarnos conducir por su Espíritu. De todas formas, apoyándome en las palabras de Jesús me atrevo a decir que no hay que tener pánico por la situación que nos ha tocado vivir. Y lo importante es vivir cada jornada, comenzar cada día con fe, abándonándonos confiados en las manos de Dios; con esperanza, proclamando el Evangelio a tiempo y a destiempo, con obras y palabras; y con amor, tratando de descubrir a Jesucristo en los sufrimientos y en las alegrías de nuestros hermanos. De manera particular, buscando su rostro y sirviéndole en todos los crucificados por la soledad, la falta de trabajo, la injusticia, el fracaso y los malos tratos. No olvidemos que el miedo y el desaliento nos paralizan y nos destruyen poco a poco en lo más hondo de nuestro ser. Pero la fe, el amor y la esperanza son tres fuerzas que Dios ha puesto en nuestros corazones y que pueden abrir caminos de futuro.

viernes, 8 de noviembre de 2013

HASTA LUEGO

El mes de noviembre comienza con la fiesta de todos los Santos y continúa con el día de difuntos. La fiesta de todos los Santos es una cinfesión de esperanza en el Dios de la Vida, como las sagradas Escrituras llaman también a nuestra Padre Dios. Y como nos garantiza la resurrección de Jesucristo. Los Santos que celebramos en esa fecha es la asamblea imnumerable de personas que pasaron por el mundo haciendo el bien. Entre ellos, muchos familiares y amigos nuestros. Confesamos que viven con Dios, en el seno de Dios, donde conservan su personalidad, enriquecida ahora por la "luz de la gloria" y la irradiación del amor y de la bondad divinas. Creemos y confesamos que ya han sido "divinizados". A la luz de esta fiesta de todos los Santos, rezamos por los seres queridos que han muerto, los encomendamos a Dios y reafirmamos nuestra comunión de amor y de esperanza con ellos. Porque sabemos que "la vida no termina, se transforma, y al deshacerse nuestro cuerpo, adquirimos una morada eterna en el cielo", como dice el prefacio de la misa de difuntos. Porque Dios nos dio la vida para siempre y, en su seno, ya no habrá lágtimas que enjugar ni tristezas que consolar. En Él encintraremos lo mejor que hemos deseado, esa plenitud que anhelamos en lo más hondo del alma. Las gentes de mi tierra (Montes de Toledo y zonas limítrofes de Extremadura) tenían la costumbre de poner en las tumbas este epitafio: "Hasta luego". Su intención no era recordar a los demás que van a morir, sino manifestar la esperanza de que volveremos a encontrarnos más allá de la muerte. Pues como decía San Agustín, "la muerte no es nada; solamente me ido a la habitación de al lado.Yo sigo siendo yo, vosotros seguís siendo vosotros; lo que era para vosotros, lo sigo siendo. Seguid llamándome con el nombre con el que siempre me habéis llamado, seguid hablándome como lo habéis hecho siempre. No habléis de otra manera, no os pongáis solemnes ni tristes; seguid riéndoos de las cosas de las que solíamos reirnos juntos".

lunes, 28 de octubre de 2013

LOS FRUTOS DEL AÑO DE LA FE

Estamos llegando al final del Año de la Fe, convocado por el papa Benedicto XVI, para reavivar la fe de los cristianos. Es justo que los católicos nos preguntemos cada uno cómo hemos vivido este año y qué consecuencias ha tenido sobre nuestra vida de fe. El desarrollo o crecimiento de nuestra fe implica, por una parte, conocer mejor y más a fondo las verdades que confesamos en el Credo que recitamos cada domingo en la misa. Necesitamos tener una comprensión actualizada y viva de Dios, de Jesucristo y su obra salvadora, y del hombre. Hay católicos que, a lo largo de este año, han acudido al Catecismo de la Iglesia o han leído y estudiado alguno de los documentos del Vaticano II. Es una manera de actualizar y de reavivar la fe que confesamos. Por otra parte, dado que la fe es la entrega confiada a Dios, que se nos ha revelado, reavivar la fe implica acrecentar la confianza y amistad con Dios. Y el camino para ello es la oración. Conozco a varias personas que han participado en las escuelas de oración, que se han iniciado en "lectio divina", en la lectura diaria de la sagrada Escritura para saborear la Palabra de Dios y dejarse transformar por ella. Porque la Palabra de Dios tiene una fuerza transformadora profunda, que nos lleva a desear y a conocer más a Dios, tal como se nos ha dado y revelado en Jesucristo. Si ha aumentado nuestra en la vida de oración, seguro que se ha reavivado nuestra fe. En tercer lugar, la hondura y la autenticidad de la oración se pone de manifiesto en que cambia nuestras actitudes profundas y purifica nuestros sentimientos. Como dice la oración del domingo treinta del tiempo ordinario, que celebramos el 27 de octubre, en el trato con el Señor aumenta nuestro amor, nuestra fe y nuestra esperanza. Este aumento se echan de ver en la manera en que tratamos a los demás y en que dejamos al Espíritu Santo purificar nuestros sentimientos. Porque sólo Él es la fuente de la paz del corazón, de la alegría honda y de la bondad que se traduce en compasión ante el hermano que sufre y respuesta eficaz.

lunes, 14 de octubre de 2013

EL DISCERNIMIENTO ESPIRITUAL

En los días pasados, hablé del desarrollo de nuestra vida espiritual, nuestra vida interior. Uno de los pasos a dar consite en descubrir que me pide Dios aquí y ahora. En eso consiste "realizar un buen discernimiento", un juicio lo más certero posible sobre lo que debo hacer y qué pasos debo dar para ello. El gran maestro del arte del discernimiento espiritual es San Ignacio de Loyola. Aunque el tema es muy profundo, como expongo en el libro "Recibiréis la fuerza del Espíritu" (Edit CCS), pienso que tendremos una comprensión aproximada si nos fijamos en estos cinco pilares. El primero: ¿Qué dice la Escritura sobre esa cuestión que trato de analizar, teniendo en cuenta mi estado de vida (casado/a, soltero/a, religioso/a) y mi condición (Varón, mujer, joven, mayor, en activo...). El segundo pilar, es lo que ha dicho el Vaticano II, y para ello conviene que preste especial atención a las dos constituciones sobre la Iglesia. De manera especial, por su aplicación al mundo de hoy, al que trata de la Iglesia en el mundo contemporáneo. Ese es el tercer pilar: como vivir lo que me dice la fe en este momento concreto de mi historia y de las historia de la Iglesia. El cuarto, consiste en la consideración de los carismas o dones que Dios me ha dado. Por ejemplo, si no tengo buen oído musical, es evidente que Dios no me llama a dirigir el coro de la parroquia. Y finalmente, el quinto pilar consiste en ver las mociones que producen en mí las diversas decisiones que podría tomar. Si me producen turbación interior o tristeza, seguramente no es lo que me pide Dios. Pero si me producen paz, alegría y gran ánimo, es señal de que esa decisión es acertada. Con un ejemplo: te puedes plantear si Dios desea que entregues tu vida al sacerdocio, o seas religioso/a, o que des el paso de una vez y te ofrezcas para catequista, o que te presentes para trabajar en Cáritas... Pregúntate: qué dice la Biblia de misiones como éstas a un creyente como yo, a qué nos alienta el Concilio Vaticano II; analiza si tienes las disposiciones mínimas para realizar esa misión tal como la Iglesia la entiende hoy; y qué sensación te queda cuando piensas que vas a par el paso... Seguiremos hablando, pero me gustaría que me ayudçarais, planteando cuestiones.

viernes, 4 de octubre de 2013

NO OS DEJÉIS ARREBATAR LA ESPERANZA

La esperanza de la que hablamos los cristianos es la esperanza teologal, un don que se nos regala en el sacramento del bautismo. Ese don, cuando somos conscientes de su presencia en nuestro corazón, transforma nuestra existencia con su dinamismo. Si, por una parte, la cruda realidad del pecado y del fracaso de las utopías intramundanas nos induce a ser fatalistas sobre la posibilidad de conseguir un mundo más humano; por orta, la certeza de que Jesucristo ha vencido al pecado y a la muerte, nos lleva a esperar un futuro luminoso. Es verdad que ese futuro transciende y supera todas las espectativas históricas, pero también lo es que su fuerza trasformadora se adentra en los entresijos de la historia, la renueva y la empuja más allá de los fracasos y del pecado que nos oprime. Con otras palabras, la meta de nuestra esperanza es el encuentro con Dios más allá de esta vida, pero en la medida en que caminamos comunitariamente y decididos hacia esa meta, con la ayuda de la gracia divina vamos transformando la fuerza del pecado que nos ha sometido. Todo ello, con la fuerza luminosa del amor que Dios ha puesto en nuestros corazones. Aunque sea lentamente y con paciencia, la esperanza teologal vivida en plenitud nos lleva a humanizar la existencia. Porque la gracia de Dios nos libera también del egoírmo, de la apatía, del orgullo, de la violencia y del ansia de poder. Esta libertad interior desata nuestras mejores energías y nos convierte en artífices de esos cielos nuevos y de esa tierra nueva que se han hecho presentes en nuestra historia por la muerte y la resurrección de Jesucristo. Pero, sólo en la medida en que confiemos en el Señor resucitado, podremos mantener viva esa esperanza que nos transforma y nos hace capaces de transformar el mundo en que vivimos. De ahí que nos insista con tanta frecuencia y vigor el papa Francisco en que no nos dejemos arrebatar la esperanza. Esa esperanza que brota del Espíritu, que transforma nuestros corazones y que nos capacita para alumbrar un mundo diferente. Porque mediante la fe en el Resucitado, es posible vencer el pecado del mundo. Ese pecado al que podemos denominar egoísmo, avaricia, injusticia, indiferencia, explotación... Pues nosotros sabemos que la esperanza no defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu que se nos ha dado.

viernes, 27 de septiembre de 2013

ECHARSE A LA CALLE

El Papa Francisco nos invita a los cristianos a salir a la calle para anunciar el Evangelio. Y como hay que predicar con el ejemplo, él lo ha hecho. Se ha saltado los protocolos habituales y ha realizado algo que muchos consideran inaudito: Ha dado una entrevista, que hemos leido miles de personas, creyentes y no creyentes. Además, fiel a lo que piensa que le pide Jesucristo a un Papa del siglo XXI, ha respondido con amor y respeto al fundador de un diario italiano, conocido por su agria crítica a la Iglesia, y también su respuesta ha visto la luz en la prensa. Seguramente animado por el testimonio de Francisco, también el Papa emérito Benedicto ha salido a la calle y ha respondido con no menos amor que solvencia intelectual a un prestigioso matemático ateo, que había publicado un libro, criticabdo la obra de J. Ratzinger, "Introducción al Cristianismo". Esta manera de exponerse abiertamente al juicio del lector medio de los periódicos y las revistas implican un modo más cercano de ejercer el ministerio de Pedro. Desean dialogar directamente, sin intermediarios, con el hombre de la calle y presentar el Evangelio como una llamada que se hace presente en el corazón de la existencia. En medio de las cosas que vivimos y experimentamos cada día. A mí, como sacerdote, me está invitando a proclamar el Evangelio con autenticidad y con un lenguaje más cercano. Para que el otro vea que aquello que anuncio tiene mucho que ver con su vida. ¡Con nuestra vida y nuestras experiencias diarias! Y lo que dará fuerza a mi predicación no serán el púlpito que utilizo, ni los títulos que tengo, ni los símbolos de poder con los que me presento, sino la autenticidad y fuerza interior de las palabras que proclamo. Hay que salir a la calle, a proclamar el Evangelio con nuestra vida y nuestras obras: en el hogar, en el trabajo, en el ocio. ¡En medio de la vida! Porque el Evangelio no es un añadido que tenga poco que ver con la vida de cada día y con sus afanes, sino que es el corazón y el alma de la misma.

viernes, 20 de septiembre de 2013

DIOS NOS AMA

Hace unos meses falleció una persona que acudía a charlar con mucha frecuencia. Junto a una fe profunda y chapada a la antigua, tenía una conciencia muy escrupulosa que le impedía vivir el seguimiento de Jesucristo con la paz que nos proporciona la certeza de que Dios nos ama. Y cada vez que, en nuestra conversación, le recordaba que Dios nos ama con la ternura de un Padre, se le iluminaba el rostro. ¡Dios sí que existe y nos ama! Es el núcleo central del Evangelio, que se nos ha dado a conocer en la vida, en las palabras, en la muerte y en la resurrección de Jesucristo. Es también el primer paso para desarrollar una espiritualidad cristiana profunda: la certeza de que Dios te ama, porque es rico es misericordia; porque es Amor. A pesar de tus pecados, de tus debilidades, de tus carencias de todo tipo. Para que este amor no se quede en una idea, es necesario tomar conciencia viva de su presencia y ternura en nuestra vida diaria. En todo lo bueno que nos sucede, descubriendo que son signos más o menos elocuentes de su amor; y en el sufrimiento de cada día, visto a la luz de la muerte de Jesucristo por nosotros, muerte en comunión con todos los crucificados. Porque el Señor no resuelve nuestros problemas ni nos libra de nuestros sufrimientos, pero está siempre a nuestro lado y nos da la luz y las fuerzas necesarias para poder vivirlos y superarlos. Una manera sencilla de profundizar en esta experiencia del amor de Dios consiste en revisar, al final de la jornada, todos los signos alentadores de su amor y su ternura que hemos vivido durante el día. Muchos creyentes suelen hacer examen de conciencia al final del día y se preguntan cómo se han comportado con Dios. Me parece bien y nos ayuda a conocer cómo es nuestra respuesta de fe. Pero ese examen sobre los pecados, tiene que ser completado por el otro que he señalado antes, por el recorrido de todos los signos de la presencia de Dios en nuestra vida. Porque un santo es una persona que ha descubierto que Dios la ama y vive ese amor con gratitud, confianza y alegría.

martes, 10 de septiembre de 2013

EL DESARROLLO DE LA VIDA INTERIOR

Hace algo más de dos años, falleció una anciana de la residencia en la que celebro la misa cada domingo. Su salud se fue deteriorando progresivamente, pero su respuesta a la parálisis progresiva y a las llagas que le salieron en las piernas y en los brazos era siempre la misma: ¡Bendito seas, Señor! Jamás perdió la sonrisa ni las palabras de aliento, dirigidas a las personas que tenía alrededor. Una mujer joven, que vrenía a misa a la residencia y la observaba con atención, me dijo un día: ¡Cómo me gustaría parecerme a esta señora cuando sea mayor! Recuerdo que le dije que si deseaba parecerse a ella un día, tenía que empezar ya. pues la bondad, la paz interior, la paciencia y el buen carácter no nos llegan de manera espontánea, sino que son fruto de un largo procesos interior que nos lleva a desarrollar lo mejor que hay en nosotros. En el caso de un creyente, es necesario conocerse, desccubrir los defectos más importantes que uno tiene y ponerse pronto a trabajar. Y como entre los defectos que uno tiene, siempre hay alguno que está por encima de todos, identificarle. A ese defecto, que puede ser la soberbia, o la ira, o la envidia, o el mal genio, san Ignacio de Loyola lo denomina la "pasión dominante". Una vez que se ha identificado, hay que adoptar una estrategia para someterla. Pero contando siempre con la ayuda de Dios y poniéndose en sus manos. Llevando a nuestra oración ese defecto y la lucha contra él. Pero quizá lo que más necesatamos es desallorar valores evangélicos que nos faltan. De igual manera, hay que adoptar una estrategia concreta y ponerse manos a la obra. Lo peor que le puede suceder a un discípulo de Jesucristo es limitarse a vivir cada día sin con contar con una meta y sin poner los medios necesarios para conseguirla. La vida interior es fruto de la acción del Espíritu que actúa en nuestros corazones, pero no se desarrolla ni progresa sin el esfuerzo personal.

lunes, 2 de septiembre de 2013

RECIBIREIS LA FUERZA DEL ESPÍRITU

Dentro de dos semanas, en torno al 14 de septiembre, estará en las librerías un pequeño libro que trata de ser un anticipo de un estudio más amplio en el que vengo trabajando. Tiene por título Recibiréis la fuerza del Espíritu, y lo publica la editorial CCS. A través de ocho capítulos, intento ayudar a descubrir que el protagonista de la vida de fe y la tarea evangelizadora es Espíritu Santo. Cuando no nos abrimos al don del Espíritu, nuestra proclamación del Evangelio se queda en la enseñanza de una doctrina; nuestros planes de pastoral, en mera organización humana; nuestra entrega, en puro voluntarismo; nuestra moral, en leyes que hay que cumplir; y nuestras comunidades, en grupos más menos organizados y eficientes.
El Espíritu Santo es el Aliento de Dios, el fuego de Dios, la alegría de Dios que ha entrado profundamente en nuestras vidas y las ha transformado. Los signos de su presencia, como decía san Pablo, son la alegría espontánea, el amor irresistible, la bondad sin condiciones, la paz a prueba de sufrimientos, la grandeza de alma... Cuando Él se apodera de nosotros y sostiene nuestra vida, nos convierte en personas contagiosas, capaces de expresar con todo nuestro ser que Jesucristo ha resucitado, que está vivo y camina a nuestro lado entre los avatares de la existencia diaria. Sólo entonces, cuando nos abrimos a la gracia del Espíritu, somos en verdad personas espirituales, que se abrevan diariamente en el corazón de Dios.   

miércoles, 24 de julio de 2013

NOS VEMOS EN SEPTIEMBRE

La vida se me suele complicar durante el verano, porque es la fecha que dedico a cumplir los compromisos pendientes. Mi mejor descanso consiste en prescindir de horarios rígidos, en disponer de más tiempo para hablar con Dios y platicar con los amigos y en escribir,
De momento, estoy terminando un una serie de guiones catequéticos para ayudar a los que trabajan en las diversas actividades de la parroquia, y a mis amigos del Movimiento Familiar Cristiano de toda España, a conocer mejor y vivir más intensamente su relación con el Espíritu Santo. Especialmente, el papel que tiene el Espíritu en la tarea evangelizadora. Saldrán publicados en la editorial CCS, de los Salesianos, a finales de agosto. Llevarán por título: Recibiréis la fuerza del Espíritu
También tengo comenzado otro escrito para dar a conocer un Instituto Religioso gaditano, con el que vengo colaborando desde hace años. Basándone en las fuentes originales de que disponen, deseo dar a conocer su historia y su vida. No creo que lo tenga listo antes de Nacidad.
Y como cada verano, estoy preparando el material que utilizan los catequistas de la parroquia para llevar adelante la iniciación cristiana de los niños, siguendo el catecismo de la Conferencia Episcopal Jesús es el Señor. Por cierto, recibir a los niños que se querían apuntar a la catequesis y charlar con ellos, ha sido una gozada.
Por todo ello, voy a interrumpir hasta finales de septiembre mis reflexiones semanales en el Blog. Hasta entonces, un abrazo a todos. Nos mantenemos unidos en el Señor.    

jueves, 11 de julio de 2013

LA ENTEREZA DE MARIANO RAJOY

¿Qué quieren que les diga? No sé si el presidente del gobierno será culpable de algún delito o inocente, pues eso lo tienen que decir los jueces. Hasta ahora, por lo que se ha publicado, no veo indicios suficientes para que dimita de su cargo, y como todo ciudadano, debe gozar de la presunción de inocencia.
Dicho esto, me alegro de que no se doblegue a los deseos de un delincuente, al oportunismo de un muy conocido ególatra que se considera "dios" en su Mundo, ni a insultos de una pandilla de mediocres que dan la impresión de concebir la política como una operación de acoso y derribo a la persona los supero en casi todo.
Lo grave es que esta jauría humana, a cambio de unas migajas o para desviar la atención de los problemas que tienen, nos están haciendo a todos un daño irreparable cuando estamos empezando a ver algo de luz al final del túnel de la crsisis   

viernes, 21 de junio de 2013

¿TU CONCIENCIA ESTÁ TRANQUILA?

Con alguna frecuencia, se oye decir a personas de la vida pública que tienen la concia muy tranquila ante los delitos de los que se los acusa. Con todos mis respetos hacia la conciencia ajena, a la vista de los hechos sobre los que se habla, me pregunto qué entienden por conciecia y en qué se basa su tranquilidad. Es claro que la conciencia personal es el santuario último en el que se decide la bondad o la maldad de un acto, y así lo ha reconocido siempre la enseñanza de la Iglesia. Pero, con el añadido de que la conciencia necesita ser formada: tiene que ser iluminada e ilustrada por aquellos valores que ayudan a la persona a realizarse como tal y a vivir en comunión con los otros. Cuando se deja llevar por el egoísmo, el hedonismo o el utilitarismo, la conciencia carece de legitimidad para guiar a la persona por el camino correcto.
Por eso, para vivir con honradez, no basta con decir que "mi conciencia está tranquila", sino que hay que preguntarse si mi conciencia está formada. Aunque los cristianos nos basamos en las Bienaventuranzas, no podemos exigir a los demás que nos sigan por el sendero evangélico. Pero hay un conjunto de valores en el que podemos y debemos coincidir con los demás: Los derechos humanos. Si nos encontramos con alguien que lucha por los derechos humanos y que se deja guiar por ellos, podemos compartir ese camino juntos. Sólo entonces, cuando tomamos como base mínima del derechos humanos, podemos trabajar con los que dicen que su conciencia está tranquila.
Dicho con palabras más sencillas y fáciles de entender: todo el que trabaje por los derechos humanos, por el progreso de la justicia y de la libertad, es un buen compañero de camino. Pero hay que sospechar de los tramposos, los que se llevan el dinero ajeno, los que anteponen la ideología al servicio a los demás, aunque digan que tienen la conciencia muy tranquila.

miércoles, 12 de junio de 2013

PAPA FRANCISCO, MÁS QUE GESTOS

Lo que más impacta y llega al Pueblo de Dios, y a los no cristianos que le observan, son los gestos del Papa Francisco: Vestimenta más sencilla, vivir en la residencia de Santa Marta en lugar de hacerlo en el palacio apostólico, usar en su predicación el lenguaje del pueblo, detenerse a charlar con un guardia suizo... Pero estos gestos son únicamente la parte visible de las actitudes de fondo que los respaldan y les dan sentido. No olvidemos que cuando llegó a la silla de Pedro se encontró con un informe que había preparado, por encargo de Benedicto XVI, una muy reducida comisión de Cardenales, y que sólo conocían ellos y el Papa emérito. También se han celebrado encuentros confidenciales entre el Papa actual y su antecesor. Es posible que, a la luz de ello y de la personalidad humana y espiritual del Papa Francisco, se puedan ir delineando ya algunas tendencias de su pontificado.
En primer lugar, continuar con la tolerancia cero para la pederastia y para la falta de transparencia del banco vaticano. En segundo lugar, la prioridad de los planteamientos pastorales sobre los jurídicos, tanto en lo que se refiere al lenguaje de la predicación diaria como en las recomendaciones a los obispos. En tercer lugar, la insistencia en que los cargos, en la Iglesia, deben ser un servicio humilde, y en la crítica al arribismo dentro de la jerarquía de la Iglesia. En cuarto lugar, una opción decidida por los pobres y por una Iglesia pobre con los pobres, insistiendo en la lucha contra la pobreza por parte de las comunidades cristianas. En quinto lugar, una búsquede decidida de la colegialidad, al elegir una especie de senado cardenalicio más universal que la Curia, para que le asesore y le ayude en el gobierno de la Iglesia. En sexto lugar, permenecer activo pastoralmente en medio del Pueblo de Dios, basando toda su atoridad moral en la cercanía a Dios y a los hombres, en lugar de "impresionar" por la distancia y la inaccesibilidad... Son algunas constantes que ya se vislumbran en su modo de servir al Pueblo de Dios.
En el fondo, se trata de una estilo basado en la fuerza de las Bienaventuranzas constantemente predicadas y vividas. Y tal vez el gesto más visible de esta actitud de fondo consista en celebrar diariamente la santa misa con una porción del Pueblo de Dios y en comentar día a día, con un lenguaje tan llano como profundo, lo que nos dice el evangelio que se proclama. 

lunes, 27 de mayo de 2013

CARITAS SOMOS TODOS

Una Iglesia Local o Diócesis (y una comunidad parroquial) medianamente organizada cuenta con diversos servicios para vivir, confesar y proclamar la fe. Y uno de estos servicios es Cáritas, que tiene la misión de potenciar entre los fieles el amor de unos a otros, de acoger y de atender a las personas necesitadas, sean o no cristianas, de ayudarles a que sean ellas mismas las que resuelvan sus problemas y de distribuir los bienes que aportan los miembros de la comunidad y otras personas que deseen colaborar con ellos. En este sentido, Cáritas es un grupo de personas de la parroquia. Pero, en su sentido más profundo, somos todos los miembros de la comunidad, que hemos elegido a esas personas para que nos representen y actúen en nombre de todos, y que las apoyamos en su labor y aportamos los bienes que ellas distribuyen.
Para que eso de que "Cáritas somos todos los miembros de la comunidad" no se quede en una frase más o menos acertada, es necesario que todos colaboremos activamente. Y una forma de hacerlo es mediante la aportación mensual a los fondos de cáritas. Nadie hay tan pobre que no pueda ofrecer algo, por poco que sea. También las personas que reciben ayuda tienen algo que ofrecer. A veces, un servicio a la comunidad. O algunas monedas en la colecta de Cáritas. Como la viuda pobre de la que hablan los evangelios, que dio   sólo unos céntimos "de lo que necesitaba para vivir".
Somos muchos los cristianos que no estamos en una situación desesperada, y tenemos que preguntarnos si ejercemos esta dimensión de nuestra vida de fe que consiste en compartir. Por supuesto, compartir afecto, compartir cercanía, compartir sonrisas... Pero también, compartir algún dinero cada mes. La mejor manera de hacerlo es mediante una aportación fija mensual a la parroquia. Lo que importa es que descubramos que compartir los bienes que Dios nos ha dado es una dimensión esencial de nuestra vida de fe.

miércoles, 22 de mayo de 2013

LA ELECCIÓN DE SAN MATÍAS

El libro de Los Hechos de los Apóstoles nos ayuda a conocer cómo se va estructurando la Iglesia de los orígenes y con qué espíritu trata de buscar la voluntad de Dios ante los diversos acontecimientos que se le presentan. Una de las primeras decisiones que afrontó fue la elección de alguien que ocupara el puesto que había quiedado vacante por la muerte de Judas, para que el Colegio Apostólico estuviera formado por el número simbólico de doce miembros. Nos lo narra san Lucas en el capítulo primero de Los Hechos, que os recomiendo releer.
A propósito del procedimiento que siguieron, comenta san Juan Crisóstomo: "Pedro, a quien se había encomendado el rebaño de Cristo, es el primero en hablar, llevado de su fervor y de su primacía dentro del grupo: 'Hermanos, tenemos que elegir de entre nosotros'. Acepta el parecer de los reunidos, y al mismo tiempo honra a los que son elegidos, e impide la envidia que se podía insinuar ¿No tenía Pedro facultad para elegir a quien quisiera? La tenía, sin duda, pero se abstiene de usarla, para no dar la impresión de que obra por favoritismo".
Aunque es un tema delicado y siempre difícil, en estos tiempos en los que el Papa Francisco insiste tanto en que la autoridad, dentro de la Iglesia, se distingue por ser un servicio, sería bueno que se ofreciera a todas las diócesis algún sistema de participación en la elección de sus pastores. Personas que sean bien conocidas y que conozcan la historia de las diócesis, para que se puede realizar una pastoral sin continuas rupturas y sin interrpción de los logros que han ido consiguiendo entre todos los cristianos. No es bueno que cada vez que llega un respomnsable nuevo a una comunidad, sea diócesis o parroquia, tengan que acomodarse todos los miembros de la misma, y de modo especial los más activos pastoralmente, a sus preferencias y a su estilo.

jueves, 16 de mayo de 2013

VEN, ESPÍRITU DIVINO

El domingo 19 de mayo, los católicos celebramos la fiesta de Pentecostés. San Lucas narra, en el capítulo segundo de Los Hechos de los Apóstoles, el acontecimiento que celebramos: la venida del Espíritu Santo sobre los Apóstoles, que estaban reunidos en oración, con María, la Madre de Jesús. Aquella experiencia de fe marcó el comienzo de la vida de la Iglesia, que se sintió llena del Aliento de Dios y se lanzó a la calle a proclamar que Jesucristo ha resucitado, está vivo y es el Sñor; y que, por la fe en Él, todos sus seguidores quedamos justificados y  transformados en hombres nuevos.
La celebración de esta fiesta supone, para cuantos la vivimos con fe, una honda renovación interior. Aunque ya está presente en nuestro corazón el Espíritu Santo, que se nos dio en el Bautismo, ahora se actualiza y se  intensifica dicha presencia. Sucede algo similar a lo que acontece con el amor que tenemos a una persona querida cuando nos visita y nos sentamos a departir con ella: Ese amor, que ya estaba ahí, se acrecienta y se hace más vivo y consciente. Algo similar ocurre con el Espíritu Santo cuando celebramos Pentecostés. Con palabras de san Cirilo de Jerusalén, "llega mansa y suavemente, se le experimenta como finísima fragancia, su yugo no puede ser más ligero. Fulgurantes rayos de luz y de conocimiento anuncian su venida. Se acerca con los sentimientos entrañables de un auténtico ptotector, pues viene a salvar, a sanar, a enseñar, a aconsejar, a fortalecer, a consolar, a iluminar el alma, primero de quien lo recibe; luego, mediante éste, las de los demás".
En este sentido, afirmamos que las celebraciones de los misterios de la fe (nacimiento del Señor, Pascua, Pentecostés...) tienen una eficacia sacramental sobre el espíritu del creyente. Siempre que el sujeto que los celebra tenga la debida preparación, producen nuevamente en él los frutos de aquello que se celebra hoy.

jueves, 9 de mayo de 2013

SUBIÓ A LOS CIELOS Y ESTÁ A LA DIESTRA DE DIOS PADRE

Nos estamos preparando para celebrar la fiesta de la Ascensión del Señor. El evangelista Lucas narra esta verdad de fe recurriendo a la imaginación de los lectores. Dice que "lo vieron elevarse, hasta que una nube lo ocultó de su vista". De acuerdo con la comprensión del mundo que se desprende de la Biblia, Dios está arriba, en el cielo; y es allí donde marchó Jesús, que ahora está a la derecha del Padre.
Bajo estas imágenes, lo que pretende decirnos es que el Señor ha salido de las coordenadas del espacio y del tiempo, que la nueva creación ha irrumpido entre los hombres y ha comenzado a sustiuir la historia de la salvación. Esa nueva creación, en la que ya no habrá muerte ni llanto ni dolor. No es que Jesucristo se haya ido más lejos, sino que se ha adentrado más en el corazón del hombre. Ahora no lo vemos, pero Él habita en nuestros corazones y se hace presente en medio de nosotros, para traernos la salvación, cada vez que celebramos un sacramento. Como escribió el papa san León Magno, "todas las cosas referentes a nuestro Redentor, que antes eran visibles, han pasado a ser ritos sacramentales". Por eso, los Apóstoles, y nosotros con ellos, "al no ver el cuerpo del Señor, podían comprender con mayor claridad que no había dejado al Padre al bajar a la tierra, ni había abandonado a sus discípulos, al subir al cielo". Mediante la ascensión, Jesucristo "se  mostró, de un modo más excelente y sagrado, como Hijo de Dios, al ser recibido en la gloria de la majestad del Padre; y, al alejarse de nosotros por su humanidad, comenzó a estar presente entre nosotros de un modo nuevo e inefable por su divinidad".
Por eso, la Ascensión no sólo nos invita a mirar al futuro con esperanza, sino que nos alienta ya a vivir con fe el presente; nos anima a "ascender", a buscar "las cosas que son de arriba", a desprendernos del mundo y a acrecentar nuestro deseo de Dios.
  

lunes, 29 de abril de 2013

VI UN CIELO NUEVO Y UNA TIERRA NUEVA

El aspecto más profundo de la presente crisis es la falta de valores. La enorme corrupción, la insolidaridad, los sueldos desmesurados junto al paro galopante y la pobreza extrema son algunas consecuencias del mal de fondo que nos aflige: el olvido de Dios y la consiguiente falta de valores.
El libro del Apocalipsis nos habla de un cielo nuevo y de una tierra nueva. Son el fruto primero de la fe en el Resucitado. Y los creyentes no podemos esperar a que ese cielo nuevo y esta tierra nueva caigan de lo alto ni tampoco diferirlos a un futuro remoto. Pueden y deben comenzar a despuntar ya en nuestro mundo. Ante el fracaso del comunismo, primero, y del capitalismo, después, la fe cristiana nos anima a apostar por una economóa de comumnión, que ponga a la persona en el centro de interés y de mira. Una economía nueva, respetuosa con el medio ambiente y al servicio de la persona. Una economía que se aleje de la ingeniería financiera y que se centre en la producción de los bienes necesarios. Es la que se deduce de la doctrina social de la Iglesia.
Tenemos que inventarla entre todos, porque no les interesa en absoluto a los actuales dueños del mundo y porque ningún gobernante va a tratar de llevarla a la práctica. Desde siempre, los amor del mundo buscan principalmente asegurar su poder y su dominio, sin importarle el carácter ético o nada ético de los medios que se empleen.
Dicha economía tiene que empezar a fraguarse en los hogares y en la escuela, poniendo al amor como base de la existencia y del desarrollo humano. Sin una educación para amar y para dejarse amar, en el sentido evangélico de esta palabra, no saldremos del fondo cenagoso en el que se debate la sociedad actual. La resurrección de Jesucristo nos asgeura que el Espíritu Santo, que derrama el amor en nuestros corazones, nos libera de todo lo que nos impide amar. Y sólo desde ahí veremos brotar esa tierra nueva de la que nos habla la Palabra de Dios. Seguramente no llegaremos a erradicar el mal de nuestro mundo, porque Dios nos ha hecho libres y la tentación nos acecha cada día, pero sí que lo haremos retroceder significativamente.       

jueves, 18 de abril de 2013

EL ROSTRO HUMANO DE DIOS

El hombre de todos los tiempos ha deseado saber quién es Dios y cómo es Dios. Digo "el hombre de todos los tiempos", porque el ateísmo es un fenómeno minoritario en el yiempo, que surge en etapas decadentes de la historia, como la etapa final del imprerio romano o la etapa actual de Europa. En la Biblia, este deseo de conocer a Dios se pone de manifiesto en expresiones tales como "muéstrame tu rostro, Señor", "tu rostro buscaré, Dios mío", "no me escondas tu rostro"...
Para los cristianos, Jesús de Nazaret es el rostro humano de Dios, su imagen más perfecta y más lograda. Y es Él mismo quien dice: "El que me ha visto a mí, ha visto al Padre". Por eso, a la luz de Jesucristo, muerto y resucitado, los cristianos analizamos todo lo que las sagradas Escrituras nos han dicho y nos dicen sobre Dios. Con otras palabras, Jesucristo es el filtro que nos permite limpiar de adherencias históricas el rostro de Dios, y adentrarnos, si bien de forma siempre muy limitada, en el Misterio insondable que denominamos Dios. Digo "insondable", porque Dios es siempre mayor y más sorprendente de cuanto podamos vislumbrar con nuestra inteligencia y con nuestro corazón. Ni siquiera "los ojos de la fe", o sea, la inteligencia emocional templada en la oración, nos permite "ver" a Dios. Por eso, los pensadores medievales hablaban de que sólo podremos comtemplar a Dios cuando Él mismo nos dote de la "luz de la gloria", de una visión trasformada por la fe y por el amor, más allá del espacio y del tiempo.
A la luz de Jesucristo, podemos afirmar con firmeza que Dios es rico en compasión y en misericordia; que es liberador, porque nos libera de todo lo que nos impide amar y ser humanos; que es el valedor y protector de los pobres, el único que los protege y los ama de verdad; que es el futuro del hombre, porque creamos o no, todos vamos a su encuentro; que es solidario con el hombre, porque nos creó por amor y, al hacerse hombre en Jesucristo, está siempre unido a todos y a cada uno de los hombres; que Dios es la Bondad total y el Anti-mal; que es una comunión de personas en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo; y que -y ésta es la expresión suprema y más certera- Dios es Amor.
Sólo hay una manera de adentrarse en cada una de estas afirmaciones para saber qué significan, y consiste en el trato personal con Él, un trato en el que participa el hombre total, con sus sentidos, con su inteligencia, con sus sentimientos y con su su corazón. Pues sólo quien trata habitualmente con Dios sabe realmente algo del Quién más hondo de Dios.  

jueves, 11 de abril de 2013

CELEBRAR LA RESURRECCIÓN DE JESUCRISTO

En su homilía de la Vigilia Pascual del año 2006, el papa Benedicto XVI dijo que "la resurrección fue un estallido de luz, una explosión de amor que desató el vínculo hasta entonces indisoluble del 'morir y devenir'. inauguró una nueva dimensión del ser, de la vida, en la que también ha sido integrada la materia, de una manera transformada y a través de la cual surge un mundo nuevo. (...) Es un salto cualitativo en la historia de la evolución y de la vida en general hacia una nueva vida futura, hacia un mundo nuevo que, partiendo de Cristo, entra ya continuamente en este mundo nuestro, lo transforma y lo atrae hacia sí".
Dado que el texto es muy denso, deseo llamar la atención sobre algunas afirmaciones, para que cada uno las analice y medite. Cuando afirma que "desató el vínculo hasta entonces indisoluble del morir y devenir", nos está diciendo que la muerte se ha acabado y ya no es el final de la existencia humana, sino un paso hacia "el más allá" donde Dios habita para siempre y donde habitaremos nosotros con Él.
Diciendo que "inauguró una nueva dimensión del ser, de la vida, en la que también ha sido integrada la materia, de una manera transformada", nos está recuerda que Jesucristo ha resucitado en cuerpo y alma; que la resurrección implica también a su cuerpo, y que el Jesús que ha resucitado es el mismo que murió en la cruz. Pero "no ha revivido" como Lázaro, sino que, al resucitar, su cuerpo se ha transformado ya en un cuerpo "glorioso" o "espiritual, como dice san Pablo, fuera de las coordenas del tiempo y del espacio.
Precisamente por eso afirma Benedicto XVI que la resurrección de Jeucristo es un "salto cualitativo en la historia de la evolución (...), hacia un mundo nuevo". Es el comienzo de los cielos nuevos y la tierra nueva que esperamos.
 Hasta aquí, el dato objetivo: lo que creemos. Pero la fe en la resurrección de Jesucristo no se limita a creer lo que pasó, sino que nos afecta personalmente a cada uno y nos transforma en lo más profundo de nuestro ser. Además de referirse a lo que le sucedió a Jesucristo, se refiere a lo que sucedió a los Apóstoles y nos sucede también hoy a todos los que creemos: que nos cambia por dentro. Para entendernos, la Magdalena que buscaba un cadaver en el sepulcro y no recocía al Resucitado que estaba hablando con ella, es distinta de la que se abraza a los pies de Jesús y le grita: "Maestro". El cambio que se ha operado es el paso de la "no fe" a la fe; el paso de las tinieblas de la desesperanza, a la luz de la esperanza. Un paso que se pone de manifiesto porque nos llena de paz, de alegría, de gratitud y de amor  

martes, 2 de abril de 2013

NO OS DEJÉIS ROBAR LA ESPERANZA

En su homilía del domingo de ramos, el papa Francisco nos decía a los católicos: "No os dejéis robar la esperanza". Esta invitación se puede convertir en el núcleo de nuestra vivencia de la fe a lo largo de los cincuenta días que nos ofrece la Iglesia para meditar y adentrarnos en el misterio de la resurrección de Jesucristo.
No os dejéis robar la esperanza, poque Jesucristo ha resucitado verdaderamente y este acontecimiento es el comienzo de la "nueva creación". Los cielos nuevos y la tierra nueva que esperamos han irrumpido ya en la historia. La fe nos los muestra concretados en la persona de Jesús de Nazaret, que está presente en el seno de la Santa Trinidad y que, al mismo tiempo, nos acompaña cada día entre los avatares de la existencia.
No os dejéis robar la esperanza, porque el mal ha sido definitivamente vencido. Y eso quiere decir que tú, yo y cada uno de los humanos podemos "buscar los bienes de arriba" y ver cómo emergen en nosotros, de lo que era un "corazón de piedra", esos talentos que teniamos enterrados y que fructifican como valores y posibilidades que nos eran desconocidos a nasosotros mismos.
No os dejéis robar la esperanza, porque los gestos de amor que brotan de nuestra fe, aunque parezcan tan  insignificantes como un grano de mostaza, pueden desencadenar movimientos de liberación y de vida que transformen la historia humana. Es lo que nos enseñan las semillas evangélicas que sembró Dios en san Juan Bosco, san Juan de Dios, san Vicente de Paúl, san Camilo de Lelis y santa Juana Jugan. Su aportación ha arraigado en la historia humana y sigue fructificando en un mundo de sombras y de pecado. Como el árbol plantado al borde de la acequia, no dejan de dar fruto de amor y de servicio a los que nadie quiere.
No os dejéis robar la esperanza, porque el Evangelio sigue teniendo un enorme poder de seducción para el hombre. Pero es necesario proclamarlo abiertamente, con obras y con palabras. En lugar de perder tiempo en condenar y criticar a nuestro mundo, tenemos que habituarnos a hablar más con Dios y a hablar más de Dios. Que se note que no somos el freno, sino la vanguardia de Dios en el mundo; los portadores del sí, de la alegría, de la esperanza y de la vida.  

martes, 26 de marzo de 2013

LA PASIÓN DE JESUCRISTO Y LA PASIÓN DEL HOMBRE

El domingo se proclamó la pasión y muerte de Jesús en la eucaristía. Esa proclamación, para la comunidad reunida, tiene una fuerza transformadora cuasi sacramenral, pero necesita tiempo y sosiego, necesita reposo para calar en el corazón de cada uno. Por eso es conveniente volver sobre el relato de la pasión que ofrece san Lucas y releerlo despacio. Para captar su sentido profundo, hay que preguntarse quién es la víctima, por qué es torturada y muere, y quiénes son -mejor, quiénes somos- los verdugos. Pues más allá de la superficie de los acontecimientos, se juega la suerte del mundo, en un encuentro dramático entre el amor de Dios y la libertad del hombre. Jesús llevó el amor hasta sus últimas consecuencias y se dejó mattar para liberarnos del pecado y de la muerte. Él ha resucitado y ahora camina a nuestro lado.
Y fue el mismo Jesús quien nos dijo que donde sufre una persona, Él sigue sufriendo. Su pasión se prolonga en el dolor de las mujeres maltratadas; en la desesperanza de los parados; en la angustia de los ancianos y de los enfermos crónicos, que se sienten desvalidos y solos; en la tragedia de los padres que no saben cómo ayudar a sus hijos hundidos en la droga; en los niños de las parejas separadas que cada fin de semana tienen que coger su maleta y marchar a casa del padre o de los abuelos y ya no saben cuál es su hogar; en todos los maltratados por la vida. Es la pasión de Jesucristo, que se prolonga en la pasión del hombre.
Y tenemos que preguntarnos qué papel jugamos cada uno en ese drama. Porque podemos estar en el papel de las víctimas, pero también en el papel de los verdugos y de los que acrecientan el sufrimiento de los otros con su indiferencia y con sus burlas, o quizá en el de los que tratan de aliviar el sufrmiento de sus hermanos, como Simón de Cirene, como las mujeres que protestan ante la injusticia que se está cometiendo con Jesús, como su madre que sigue sus pasos hasta llegar al Calvario, como María Magdalena, que no se separa del Maestro hasta que lo ve espirar...  Porque ante la pasión del hombre, que es parte de la pasión de Cristo, nadie puede permanecer neutral.
 

miércoles, 20 de marzo de 2013

UN HOMBRE DE DIOS, PERO SÓLO UN HOMBRE

En sólo una semana, el Papa Francisco se ha ganado el afecto y el favor de muchas personas, creyentes y no creyentes, católicas y no católicas. A mi juicio, eso es un síntoma de que carecemos de figuras capaces de despertar esperanza y devolvernos la confianza en el ser humano. En medio de este erial, del que había casi desaparecido Benedicto XVI tras su renuncia y zambullida en la vida oculta del silencio y la oración, ha aparecido de manera inesperada la figura cercana, auténtica, espontánea y evangélica del Papa Francisco; de ese siervo de Dios tan lleno de humanidad. Y es que el Evangelio, cuando lo vivimos a fondo, nos hace   profundamente humanos. A pesar de que hay también muchos católicos que no se alegran de su llegada a la silla de Pedro, aunque aceptan en silencio los designios misteriosos de Dios, quiero pensar que la mayoría vemos en él un hombre providencial, pero no podemos olvidar que es solo un hombre. No hay que esperar milagros.
Por supuesto, todos los católicos deseamos la renovación de la Iglesia y que la nueva evangelización deje de ser un anhelo y se convierta en una realidad. Pero esa renovación y esa capacidad evangelizadora no son sólo tarea del Papa Francisco, sino de todo el Pueblo de Dios. Y debe comenzar en nuestras parroquias, en la base misma de la Iglesia. Seguramente sea necesaria, como afirman numerosos periodistas y articulistas, la renovación de la Curia. ¡De la Curia Vaticana y de todas las curias de la tierra! Pero la Iglesia cambiará en profundidad cuando cambiemos tú y yo. Sin esa conversión personal , no habrá verdadera renovación.
Es lo que les digo a los compañeros de mi arciprestazgo, a los sacerdotes con los que me reúno, reflexiono y oro buscando los caminos de Dios: hemos avanzado en nuestro conocimiento de la Palabra de Dios y del Vaticano II, pero lo que nos tenemos que preguntar es cómo y cuando lo vamos a llevar a la práctica en las parroquias a las que servimos. Porque si olvidamos esto tan elemental, toda la esperanza acumulada con la llegada del nuevo Papa podría convertirse en una amarga decepción. Y como es seguro que contamos con la gracia de Dios, el comienzo de esa transformación tan deseada está en manos de la libertad personal de cada uno de nosotros. ¡Porque Dios sí que puede hacer milagros, respetando siempre la liberdad de cada uno!      
 

jueves, 14 de marzo de 2013

MIS CAMINOS NO SON VUESTROS CAMINOS, DICE EL SEÑOR

Ha llegado a la silla de Pedro un hombre a quien nadie esperaba. Nadie más que Dios. Y por supuesto, yo tampoco. Los que mejor le conocen, nos han dicho que huele a cocina barata de un pequeño apartamento, a autobús, a enfermos que están solos, a pueblo... Cuando le vi asomado al balcón de san Pedro tuve una sensación de profundo descocierto: Estaba allí, sólo, sin hacer ningín gesto, sin pronunciar una palabra, con su sotana blanca y su cruz pobre sobre el pecho. Estaba a cuerpo limpio, a merced de Dios y en presencia de todos los que habíamos acudido material o virtualmente a la cita. Intuí en su figura la fe honda y la serena grandeza de quien se sabe en las manos de Dios, para servir a los hombres. Una fe honda, provocadora y, a la vez, sobria. Toda una lección de fortaleza interior, de limpieza de corazón y de disponibilidad de quien se sabe totalmente en las manos de Dios, sin otros recursos que el Espíritu Santo.
Es otro Papa y otro estilo, siempre desde las mismas raíces evangélicas. Y tengo la profunda intuión, o quizá el deseo, de que vamos a contemplar dimensiones sorprendentes e inéditas de la fe. Pues la catolicidad  de la Iglesia no se limita a hacer presente el Evangelio en todo el mundo, sino también en todos los tiempos  y  en todos los entresijos de la historia. La manera de hacerlo es vivir el Evangelio con autenticidad, porque la gente no rechaza al Evangelio, sino a esas tradiciones humanas que, como los fariseos del tiempo de Jesús, nosotros hemos antepuesto al Evangelio.
Con su formación jesuítica, el primer Papa jesuita, es un hombre de frontera, que seguramente arriesgará por abrir caminos nuevos; pero con su formación jesuítica, será también un hombre libre, que confíará siempre en la fuerza transformadora del Evangelio. Al menos, esa es la sensación que yo tuve cuando le vi sereno y aparentemente desvalido en el balcón de san Pedro. ¡Más que desvalido, a merced de Dios, y pidiendo a todos ayuda para desempeñar este ministerio que le han encomendado!  

viernes, 1 de marzo de 2013

LA ÚLTIMA CATEQUESIS DE BENEDICTO XVI

El Vaticano II nos recueda que Dios nos habla con obras y con palabras. Y eso que decimos de Dios, lo podemos afirmar también de cada persona. Al hablar de la "última catequesis de Benedicto XVI", no me refiero a la que impartió el miércoles día 27 de febrero, sino al gesto mismo de despojarse de toda misión y encomienda, para marchar por la senda del silencio. Lo normal es que siga orando, pensando, investigando y seguramente escribiendo, en la soledad llena de Dios a la que se ha retirado. Pero es previsible que ya no escriba nada relacionado con el día a día de la Iglesia y que no publique nada ni imparta ninguna catequesis en el tiempo de vida que Dios le conceda. Sólo cuando le llame a su presencia eterna podremos conocer los escritos que redacte en este tiempo de silencio. Seguramente sobre espiritualidad y sobre teología. Escritos que no llevarán el sello del Magisterio, sino sólo el apoyo de las razones que nos ofrezca.
De momento, yo me quedo con la última catequesis que nos ha dado en el hecho de renunciar a seguir con la misión del papado. Lo primero que percibo en su gesto es su confianza en Dios, que es quien sostiene y guía a la Iglesia. Los hombres, también los Papas, pasan y son sustituidos por otros. Durante un tiempo más o menos largo, desempeñan la misión encomendada y luego desaparecen. Unas veces, porque ya Dios los llama a su seno. Y otras, como en el caso de Benedicto XVI, porque consideran que deben despojarse de todo, para prepararse a mejor vivir los días que le queden y para bien morir cuando le llegue su hora.
Junto a este gesto de fe y de confianza en Dios, he vislumbrado una proclamación de esperanza: le he visto sereno, humano, lleno de paz y de alegría, como quien sabe que va a la casa del Señor, consciente de que la vida del hombre no termina, sino que se transforma y se encamina hasta los brazos del Padre. Tan sólo una persona de esperanza como él disfruta despojándose de todo, para llegar a Dios sin otro título que el de un hijo que ha buscado siempre el rostro de Dios vivo.
Y finalmente, un espléndido testimonio de que cuanto ha dicho sobre la oración se lo creía y ahora lo quiere llevar a la práctica. En el otoño de la vida se descibre que no vale de nada agarrarse al poder, a los elogios, a los títulos, al dinero o al propio "ego". Sólo cuenta eso que dijo san Juan de la Cruz: "Olvido de lo creado, memoria del Creador, atención a lo interior y estarse amando al Amado".  Es algo que aprendí hace muchos años, cuando mi profesora de alemán me dijo que el filósofo Peter Wust, al despedirse de sus alumnos en la última clase que impartió, les dijo: Ahora, la síntesis de cuanto os he querido enseñar siempre, reflexionad y rezad.  
  

miércoles, 20 de febrero de 2013

LA CUARESMA, TIEMPO DE ORACIÓN

Toda persona que trate de vivir la fe con hondura y seriedad sabe que la oración es el núcleo más profundo de la fe en Dios, el sumo bien del hombre. Dice san Juan Crisóstomo, en su homilía 6 sobre la oración, que ésta es "luz del alma, verdadero conocimiento de Dios, mediadora entre Dios y los hombres. Hace que el alma se eleve hasta el cielo y abrace a Dios con inefables abrazos (...) La oración se presenta ante Dios como venerable intermediaria, alegra nuestro espíritu y tranquiliza los afectos". Y añade el santo: "Me estoy refieriendo a la oración de verdad, no a las simples palabras. La oración que es un deseo de Dios".
Aunque todo tiempo y lugar son propicios para orar y para buscar apasionadamente el rostro de Dios, más allá de la rutina, la Cuaresma nos ofrece una oportunidad especial. A través de la liturgia de los domingos, nos pone en contacto con los grandes misterios de la fe y nos lleva a tomar conciencia de nuestra cindición de bautizados y a adentrarnos en el contenido y en el sentido existencial de la muerte y de la resurrección de Jesucristo.
A las personas menos duchas en la práctica de la oración, os sugiero un método sencillo y muy jugoso: La lectura y meditación del Evangelio de cada día. Se busca un lugar tranquilo, se reza lentamente el "Padre nuestro", repitiendo esta oración vada vez más lentamente. Mientras, se hace un acto de fe en la presencia de Dios y se le ofrecen todas las inquitudes, alegrías y preocupaciones que nos afectan y distraen, Después, tras actualizar el deseo de Dios, se lee con sosiego el evangelio del día. Conviene leerlo dos o tres veces seguidas. Finalmente se abandona uno en manos del Espíritu Santo y se deja a Dios que actúe. Más que sacar un propósito, lo que importa es sentir y saborear la presencia de Dios y su paso por nuestra vida. Al final, os sugiero darle gracias a Dios por su amor y su presencia salvadora, hasta que el espíritu se os llene de alegría y de paz.  Sólo entonces podréis afrontar vuestras preocupaciones, proyrctos y problemas a la luz de Dios.
Si os reserváis cada día unos veinte minutos para esta práctica, en actitud de recogimiento interior, pronto vais a ver cómo empieza a cambiar vuestra vida para bien.

miércoles, 13 de febrero de 2013

EL CAMINO HACIA LA PASCUA, DE LA MANO DE BENEDICTO XVI

Escuché la notia de la renuncia de Benedicto XVI a los pocos minutos de que él mismo la hubiera dado, al oír el informativo de las doce de una cadena de radio. Sentí una profunda sacudida interior, pero en lugar de dedicarme a escuchar comentarios, cogí el santo rosario y salí a rezarlo bajo el sol radiante de un día que no parecía de invierno. Mientras meditaba los misterios gozosos, iba analizando también nis sentimientos, antes de que se vieran contaminados y perturbados por la opinión de los demás. Y me sentí embargado de una profunda gratitud, de una alegría sosegada y de una confianza serena en Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo.
De gratitud por el brillante, rico y clarificador magisterio del Benedicto XVI. Os confieso que he leído sus encíclicas, sus catequesis, sus homilía, sus discursos y sus libros con auténtica pasión. Su manera sencilla y actualizada de presentar el Evangelio de siempre me ha seducido y emocionado. Cuando fue elegido Papa, no compartí el entusiasmo ni la alegría de mucha gente. Entre otros, algunos amigos cercanos y lúcidos. Más bien, me sentí decepcionado, aunque acepté su designación con obdediencia filial y con fe. Hoy reconozco que estaba equivocado y que este Papa va a dejar una huella imborrable en la Iglesia. Sus escritos y sus catequesis han sabido centrarse siempre en lo esencial y ofrecer una teología kerigmática de largo alcance.
De alegría, por su gesto impresionante de libertad evangélica y de confianza en Dios. Esa confianza que le ha llevado decir que todos somos prescindibles, salvo Dios. Y la libertad de no sentirse presionado por el peso de la tradición ni por las reacciones que se iban a producir. También tiene la humildad suficiente para asumir que el sucesor que el Espíritu nos traiga imprima otro rumbo al pontificado y modifique la orientación que él, con la ayuda del Espíritu y de todo el pueblo de Dios, trató de dar a la Iglesia en los albores del siglo XXI. No he hablado personalmente con él en ninguna ocasión, pero sí que he estado físicamente cerca en diversas ocasiones antes de que fuera Papa. Y me alegro de que ahora, en sus últimos años, se pueda seguir adentrando sin urgencias y sin preocupaciones en la oración, en el estudio y en el arte de comunicar. Seguro que todavía tiene muchas cosas que decir.
Y de confianza en Dios, porque sólo Él es el presente y el futuro del hombre y de la Iglesia. Si ha permitido que Benedicto XVI renuncie, es porque tiene sus planes y quiere decirnos algo a sus hijos. Por mi parte, os invito a comenzar la Cuaresma con esta honda reflexión tomada del mensaje del Papa para este año: "La existencia cristiana consiste en un continuo subir al monte del encuentro con Dios, para después volver a bajar, trayendo el amor y la fuerza que derivan de éste, a fin de servir a nuestros hermanos y hermanas con el mismo amor de Dios"         

miércoles, 6 de febrero de 2013

LA ATENCIÓN A LOS MAYORES Y ENFERMOS

En vísperas del día del enfermo, deseo llamar la atención de todos por un sector de la Iglesia que no recibe la atención que necesita y se merece. Me refiero a los enfermos crónicos y a las personas mayores. Unos, porque han sido ingresados en residencias en las que no hay ninguna atención religiosa; y otros, porque sus hijos o los familiares que los cuidan y con los que viven carecen de toda sensibilidad religiosa. El caso es que son numerosas las personas que acudían diariamente al templo y que ya no reciben ni una sola visita del sacerdote para alentarlas y para alimentar su vida de fe. Olvidamos que son una parte muy importante de la Iglesia, con la que ya no se cuenta y que no recibe la atención necesaria. Una parte más numerosa cada día.
Comprendo que los sacerdotes somos pocos y no podemos llegar a todas partes, pero no podemos olvidar a estos hermanos y hermanas, que están entre los más necesitados y los más débiles. Lo mismo que hemos tratado de que tengan un hogar adecuado en su condición de enfermos o de personas mayores; y dispongan de las atenciones necesarias, tiene que preocuparnos su vida de fe. Pues me da la triste impresión de que, a veces,  nos preocupamos mucho -y es justo que así sea- por todo lo que se refiere a su bienestar material, y nos olvidamos de que son una parte viva de la Iglesia y tienen unas necesidades espirituales que no deben ser descuidadas.
Es otra manera, menos vistosa y menos valorada socialmente, de optar por los más pobres y por los más abandonados. Otro aspecto del que deberíamos preocuparnos más durante el Año de la Fe que estamos celebrando. No vaya a ser que el interés por la nueva evangelización no se traduzca también en la atención necesaria a todos los evangelizados y creyentes que necesitan nuestra ayuda.      

miércoles, 23 de enero de 2013

EN CUESTIONES DE EVANGELIO, LAS REBAJAS NO VENDEN

Es natural que nos preguntemos en qué consiste la nueva evangelización y cómo podemos llevarla adelante. Pero hay un aspecto de nuestra tarea evangelizadora que no hemos abordado con hondura suficiente y que está causando mucho daño en nuestras comunidades parroquiales: la deserción de los adolescentes; de los niños que veíamos acudir con alegría a las celebraciones del domingo y que, apenas llegan a la adolescencia, se alejan de la práctica religiosa. Sucede con especial virulencia entre los que frecuentan los institutos, pero no es exclusivo de ellos. Por lo que conozco, los únicos que perseveran en un alto porcentaje son los hijos de las familias neocatecumenales que se insertaron en sus comunidades desde niños.
Los colegios religiosos que disponen de enseñanza secundaria tratan de acoger a estos adolescentes y de dar una respuesta a sus crisis. Por lo que yo nocozco, y confieso que mi experiencia es muy limitada, la respuesta más frecuente es la de las rebajas. No es infrecuente que chicos y chicas que acuden a estos colegios, sostengan abiertamente una postura favorable al aborto, a las relaciones sexuales más o menos libres, al rechazo del sacramento de la penitencia, a la insignificancia de la misa del domingo... Y no parece que haya nadie que les aclare su postura o que les diga abiertamente lo que enseña nuestra fe. Al final, estas rebajas conyunturales se traducen en una indiferencia total ante la fe y ante el Evangelio.
Los que acuden a los institutos lo tienen más difícil. No se atreven a confesar que son creyentes y terminan por alejarse totalmente de las prácticas religiosas. Algunos padres intentan retenerlos por la fuerza, pero esa actitud, ni dura mucho tiempo ni da resultado a largo plazo. Por mi parte, les suelo decir que no obliguen a sus hijos a que acudan a la Iglesia, aunque veo bien que hablen con ellos y que los animen. Al final, son muy pocos los que permanecen en nuestra comunidades. Y a veces, para que estos pocos no se alejen, no nos atrevemos a proponerles la fe con toda su alegría y su hondura. No es infrecuente que estén implicados en actividades que se desarrollan en los locales parroquiales y que se alejen de la misa del domingo y de la vida de fe en lo que se refiere a su trato con Dios. Porque tampoco aquí funcionan las rebajas.
Lo difícil es descubrir lo que deberíamos hacer para echarles una mano, en una etapa tan decisiva y crucial de su desarrollo humano y cristiano. Intuyo que habría que escucharlos más, estar más disponibles, ofrecer algún tipo de formación en consonancia con su edad... Cuando trato de acercarme a ellos con respeto y con afecto, veo que me escuchan, pero no estoy seguro de llegar a sus necesidades e inquitudes. En todo caso, estoy cada vez más convencido de que, en cuestiones de Evangelio, estas rebajas tampoco venden ni llevan a ninguna parte.
La excepción se produce cuando hay personas jóvenes y abiertas dedicadas a trabajar con los lóvenes y a escucharlos, pero siempre dispuestas a presentarles la fe con alegría, en diálogo con el mundo y sin ningún tipo de rebajas   

lunes, 14 de enero de 2013

CONTAR LO QUE NOS HA SUCEDIDO

El papa Pablo VI insistió, en diversos documentos, en que el hombre actual "escucha más a gusto a los que dan testimonio que a los que enseñan". Es así como evangelizaban los primeros cristianos, mediante una vida sencillamente evangélica. Primero, vivían enraizados en el Evangelio, y luego contaban todo lo que les había sucedido en su encuentro con Jesús y a partir de este encuentro. Su manera de vivir y de comportarse con los demás llevaba la marca de Jesús.
Los valores que encarnaban cada uno, y las primeras comunidades, eran la alegría, la humildad, la confianza en Jesucristo, la esperanza, la libertad interior y el amor mutuo. Empezando por los Apóstoles, que vivían en medio de sus comunidades y en actitud de servicio. Cuando alguien les preguntaba por la fuente de su amor o de su alegría, respondían sencillamente que lo habían recibido todo del Señor.
Si queremos que el anuncio del Evangelio resulte nuevo, novedoso y provocador, tenemos que realizarlo en un tono diferente y desde una rica experiencia interior. De ahí que la nueva evangelización no es algo que se pueda hacer sin más. Para que las palabras de un evangelizador resulten verdaderamente nuevas, tienen que salir de lo profundo del corazón: de un corazón convertido, alegre, sencillo, acogedor.
El error en que podemos caer es quedarnos en los contenidos, en lo que se llama la 'fe objetiva', y olvidar la vida de fe desde la que hablamos y desde la que anunciamos al Señor. En la Iglesia sobran "maestros", a la vez que faltan testigos alegres de Dios; sobran palabreros, que anuncian lo que no viven ni intentan vivir con esperanza; sobran personas poseídas del orgullo de su sabiduría y de su grandeza, que tratan de imponerse desde su altura intelectual, y de otros tipos, al común de los mortales. Sus razonamientos son correctos, pero no están respaldados por su vida ni por el calor de un corazón abrasado por el Espíritu Santo. Sólo conseguiremos llegar al corazón de los demás cuando contemos lo que nos ha sucedido desde el día en que nos enontramos con Jesucristo.     

sábado, 5 de enero de 2013

DIOS SE DA A CONOCER A QUIEN LE BUSCA

La primera gran cuestión que se nos plantea hoy a los cristianos es la de saber si se puede ser una persona del s. XXI y creer que Dios existe. Y la segunda, más importante aún y más compleja, es la de saber quién es Dios, qué rasgos le definen. En realidad, han sido las dos cuestiones que han preocupado al creyente a lo largo de la historia: si Dios existe y quién es Dios. Los que somos ya creyentes no estamos exentos de tener que afrontar ambas cuestiones ni de vivir etapas de profunda oscuridad.
Pero podemos afirmar sin ninguna duda que Dios se deja encontrar por todo el que le busca con sinceridad y con limpieza de corazón. Los caminos pueden ser muy diferentes, pero en algún momento de su vida dirá convencido: Dios sí existe; y yo lo he encontrado. Aunque sería más correcto decir: Dios sí existe y me ha encontrado cuando yo le buscaba a tientas. Es lo que se pone de manifiesto en la fiesta cristiana de hoy: la epifanía del Señor, más conocida como la fiesta de los Reyes.
Tenemos a unos hombres que buscan la verdad. Trataban de descubrir el funcionamiento del mundo y de los astros. En un momento dado, se sienten interpelados por un fenómeno que no era habitual, por un astro que les resultaba novedoso, y se pusieron en camino. El astro fue sólo un signo, y no demasiado elocuente, pero provocó en ellos el deseo de ir más allá de las apariencias, el deseo de transcender y llegar a Dios. Y saben que sólo lo pueden encontrar los que son limpios de corazón y los que buscan desde la cociencia de su pequeñez.
Hay un momento en el que perdieron la señal que seguían y se sintieron desconcertados. Pero, en lugar de rendirse, preguntaron a todo el que les pudiera dar alguna noticia de ese Dios que está viniendo al encuentro del hombre: se dejaronn ayudar por aquellos que creen saber algo de Dios. Hasta que la señal se hizo más nítida y más cercana: encontraron al Dios desconcertante que se nos ha manifestado en un niño desvalido. Y fue entonces, cuando la inteligencia se vio sometida a una dura prueba, cuando su corazón intuyó que Dios se da a conocer a todos los que le buscan sinceramente y a los que se deciden a adentrarse en el camino de las bienaventuranzas.