lunes, 26 de septiembre de 2011

EL MES DEL ROSARIO

Desde tiempos antiguos, octubre es para los católicos el mes del rosario. Esta devoción mariana, tan sencilla como popular, tiene una gran deuda con santo Domingo y con los padres dominicos, aunque la costumbre de rezar avemarías mientras se meditaban los principales misterios de la vida del Señor es más antigua.
Era una forma de repartir al pueblo de Dios, que no disponía de libros ni sabía leer, el pan de la Palabra. Porque lo importante del rezo del resario es profundizar con la mente y con el corazón en los principales misterios de la vida, la muerte y la resurrección del Señor. Y se medita cada uno de estos misterios durante las diez avemarías que se rezan. Así vamos recorriendo despacio su encarnación, la visitación de María a santa Isabel, su nacimiento, su bautismo en el Jordán, su primer anuncio del Reino, hasta llegar a su muerte y a su resurrección, junto con la venida del Espíritu Santo. De esta manera, también en el rezo del rosario la Virgen nos remite a Jesús, como hizo en las bodas de Caná cuando, señalando a su hijo, dijo a los servidores: Haced lo que Él os diga.
A pesar de su aparente sencillez, esta devoción popular nos ayuda adentrarnos en el amor y en el conocimiento de Dios nuestro querido Padre, que se nos ha manifestado en Jesucristo y que nos sostiene con el Espíritu Santo. Y lo hacemos de la mano de María.

sábado, 17 de septiembre de 2011

OTRA MANERA DE COMENZAR LA JORNADA

Tengo un crucifijo a la cabecera de la cama y es lo primero que veo al despertar. Ya se ha convertido en un hábito rezarle cada día: Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo... Luego bajo al templo antes del desayuno y dedico un tiempo largo a ponerme en la presencia de Dios y repasar bajo su mirada el trabajo previsto y las entrevistas programadas. Así le encomiendo mi jornada, con sus miedos, sus alegrías, sus actividades más o menos habituales y todo cuanto me pueda llegar de improviso.
Meditar delante de Dios mis proyectos y tareas, me da la posibilidad de preguntarme qué me pide Él en cada caso, para darle gracias por su bondad, para pedirle ayuda en las dificultades y para descubrir cuál debe ser mi actitud en los casos más complejos.
Esta manera de comenzar la jornada, dedicando a Dios un tiempo razonable, me facilita mucho el trabajo pastoral, me proporciona fortaleza y me ofrece una gran serenidad para vivir la jornada. Es otra manera de comenzar el quehacer de cada día, de descubrir la presencia del Señor en los diversos acontecimientos y personas, y de afrontar cada instante como único.

domingo, 4 de septiembre de 2011

CAMINAR CON JESUCRISTO EN LA COMUNIÓN DE LA IGLESIA

No se puede ser cristiano en solitario. Por el bautismo, entramos a formar parte de una gran familia. Es lo que han experimentado los jóvenes que han acudido a Madrid, a la JMJ: a pesar de cada uno llevaba una bandera o hablaba un idioma diferente, todos se sentían unidos en la fe, como miembros de una gran familia. Y es lo que experimentamos cada domingo, al celebrar la eucaristía.
La Iglesia nos ofrece el CREDO que confesamos, la fe que nos identifica como miembros del Pueblo de Dios. Nos señala el CAMINO por el que se vive en la fe cristiana, esos diez mandamientos que se resumen en el amor a Dios y al hombre; un amor efectivo y afectivo, que se ve impulsado por las bienaventuranzas en las que resplandecen el horizonte de Dios y su presencia bienhechora. Finalmente, con los SACRAMENTOS nos da vida y nos congrega para escuchar la Palabra de Dios y para dejarnos trasformar por su presencia salvadora.
Es verdad que la Iglesia, santa por Jesucristo que es su cabeza, y por el Espíritu Santo que la vivifica sin cesar, está formada por hombres. Como tales, y a pesar de la vida nueva que hemos recibido, somos pecadores; y al igual que existe la comunión de los santos, existe también la comunión en el pecado que nos contamina. Pero a pesar de todo, el bien que hay en ella es inmensamente superior a ese mal que aportamos cada uno y que nos contamina a todos.
Quien se aleja de la Iglesia, por miedo a cargar con los pecados del otro, termina por alejarse de Jesucristo, que se encarnó en nuestra carne y en nuestra historia de pecado. Por eso decía el Papa en Madrid: Permitidme también que os recuerde que seguir a Jesús en la fe es caminar con Él en la comunión de la Iglesia. No se puede seguir a Jesús en solitario. Quien cede a la tentación de ir por su cuenta o de vivir la fe según la mentalidad individualista, que predomina en la sociedad, corre el riesgo de no escontrar nunca a Jesucristo o de acabar siguiendo una imagen falsa de Él.