martes, 8 de febrero de 2011

LA ORACIÓN DE PETICIÓN

Con frecuencia, mientras estoy rezando en el templo, o en el confesionario, se me acercan algunas personas para que rece por ellas. La mayor parte de las veces es porque se van a operar o porque está enfermo grave un familiar o un vecino o un amigo. Yo tengo una especie de bolsa de peticiones que le presento al Señor cada día, cuando celebro la misa y cuando rezo la Liturgia de las horas. Si la persona que va a ser intervenida es la misma que se me acerca, le hablo de la unción de los enfermos y de la comunión. Suele ser la ocasión propicia para que hablemos de su fe en Dios, de Jesucristo y de la Virgen.
Cuando alguien me pregunta qué valor tiene la oración de petición, les digo que tiene un valor extraordinario. Por lo pronto ,es la forma de apostolado de los enfermos, de los mayores que no pueden acudir al templo y de las monjas y momjes de clausura. Siempre les digo a los enfermos que visito, y a los ancianos que están en las residencias, que también ellos son Iglesia, y que su apostolado consiste en rezar por la comunidad parroquial y por todos los que prestan algún servicio en ella.
Además, el que ora o pide oraciones está abriendo su corazón a Dios y cultivando su fe y su confianza en Él. De alguna manera, se está disponiendo a acoger la voluntad de Dios. Por otra parte, la oración de petición, cuando es sincera, transforma a la persona que ora, pues si oramos por un enfermo o por alguien que ha perdido el trabajo, es frecuente que escuchemos la voz de Dios, que nos pregunta qué hemos hecho nosotros por esas personas y qué podemos hacer.
Y lo que es más importante, por la comunión de los santos, la oración de petición nos lleva al océano misterioso de la misericordia divina, donde nos sentimos inundados por el amor de Dios y aprendemos a vivir la fraternidad con el otro, en las alegrías y en las penas.

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