domingo, 28 de noviembre de 2010

TESTIGOS DE ESPERANZA

El Adviento nos invita a prepararnos para acoger al Señor, que viene. Durante las dos primeras semanas, nuestra atención se centra en la última venida. Porque Jesucristo ha resucitado y nos ha abierto un nuevo horizonte de vida, somos los hombres de la esperanza. Esto no quiere decir que nos desentendamos de esta tierra, sino que vivamos cada acontecimiento bueno o malo y las diversas circunstancias que los rodean, a la luz de la esperanza, con la mirada fija en el más allá, en la resurrección a la que estamos llamados. Esta esperanza nos lleva a amar la vida presente y a descubrir que cada hecho diario tiene su proyección en el futuro.
A partir de la tercera semanama, nuestra atención se centrará en la preparación de Navidad. Los que dicen que es una fiesta triste es porque no saben sumergirse en el misterio impresionante de que el Hijo de Dios se ha hecho humano y ha nacido en Belén para hacernos a todos hijos de Dios y ponernos en camino hacia la plenitud ya en esta tierra, aunque sólo la alcanzaremos del todo en el cielo.
Por otra parte, los textops bíblicos de estos días nos recuerdan que Dios está viniendo y llamando a nuestra puerta cada día: Viene en los sacramentos, en la persona que sufre y nos tiende una mano, en la lectura de la Palabra, en la mirada de un niñó... Pero sólo perciben su presencia los que llevan en un su corazón un fuerte deseo de Dios y los que le buscan con los ojos de la fe.

lunes, 1 de noviembre de 2010

NO ESTEEIS TRISTES COMO LOS QUE NO TIENEN ESPERANZA

Celebramos hoy la fiesta de Todos los Santos: de aquellos hombres y mujeres que pasaron por este mundo haciendo el bien. Entre ellos, numerosos miembros de nuestras familias. Padres y madres que gastaron su vida por nosotros y jamás negaron un pedazo de pan a quien llamó a su puerta. Hombres y mujeres de palabra, que sabían respetar y amar a Dios y al hombre. Tenían
sus defectos, porque sólo Dios es Santo, pero creían en la lealtad, en la justicia y en la bondad del corazón. Y a pesar de ser muy sarificados, no eran menos felices que nosotros.
Esta fiesta nos recuerda dos carcterísticas básicas de la vida: La primera, que la vida del hombre no termina, se transfoma, porque caminamos hacia los brazos de Dios, nuestro querido Padre. Allí nos encontraremos de nuevo con todos los seres queridos que han muerto en el Señor.
Y la segunda, que la vida humana es un regalo precioso. Hemos sido llamados a vivir con amor, porque Dios es Amor y nos ha destinado a ser santos, a pasar por esta tierra haciendo el bien. Para ello, contamos con la ayuda del Espíritu Santo, que habita en nuestros corazones.
Por eso, cuando recéis por vuestros seres queridos que han muerto, pedidle a Dios que os aumente la fe y la esperanza. Y como decía san Pablo a los cristianos de Corinto: Vosotros no estéis tristes como los que no tienen esperanza.